Testimonio: Jesucristo Nuestro Gran Sanador Dr. Miguel Maldonado.

 Jesucristo Nuestro Gran Sanador



Mi nombre es Miguel Omar Maldonado, soy miembro de Ministerios Palabra de Fe, médico de profesión y quisiera compartirles mi testimonio, primeramente, dando gracias a mi Señor Jesucristo, a mi esposa e hijos como a mis amados Pastores Ignacio y Nuvia Hughes, también a mi familia quien por su amor y dedicación. Hoy les expreso abiertamente mi testimonio de Sanidad.

He logrado entender que la falta de conocimiento en la Palabra de nuestro Señor Jesucristo es lo que no ha llevado a llegar a la muerte y esto basado en “Oseas 4:6 por la falta de conocimiento mi pueblo perece”, lo que hoy les voy a contar es un testimonio personal, que hoy he entendido que si el Señor no me hubiera traído a esta Palabra hoy probablemente no estaría presente contándoles las maravillas del Señor.

 Lucas 8:39 ve y cuéntales que grandes cosas ha hecho el Señor por mí. 



Todo comienza a finales de marzo del año 2021 que fui enfrentado con grandes circunstancias, llegando a estar internado en urgencias médicas por diversos síntomas como la inconsciencia, donde me estabilizaron, me hicieron estudios y me informaron que tendría que ser trasladado a un hospital más especializado ya que no contaban con los equipos necesario para diagnosticarme correctamente. Yo presentaba una descompensación hematológica de cuidado y consideraban la posibilidad de un sangrado interno. Fue ahí cuando entendí que tenía que ejercer fe y traer a memoria todo lo que la Palabra decía y todo lo que mis Pastores me habían enseñado, para no hacer una confesión en contra de la Palabra de Dios. 

2 corintios 10:3-5 “porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo,” 

Recordemos, fe no niega la circunstancia, pero te hace ver más allá de ellas. Por la situación, miedo y temor de los médicos que llegara a complicarme o fallecer, no el mío dejando en claro porque en Cristo no hay temor. 

Los médicos confirmaron que sí tenía un sangrado interno y que probablemente tendría que ser operado urgentemente a pesar del riesgo. Él miedo y el terror era notorio en la cara de esos médicos. Sin embargo, aun así, mi esposa y yo mantuvimos nuestra confesión en lo que dice Palabra: Por Su llaga yo fui curado y, por lo tanto, estoy sano. Isaías 53:4-5 

Me realizaron varios tipos de estudios, me administraron diversos tratamientos, me aplicaron plasma intravenoso, me realizaron una tomografía computarizada y me dejaron en ayuno. Gracias a Dios y Su Palabra no necesitaron operarme. Mí expresión de gracias al Señor fue inmediata, porque siempre debemos dar gracias porque Su voluntad es buena. 

Estuvimos más tranquilos porque pensábamos que la circunstancia había acabado y pronto regresaría a casa con mi familia e hijos, pero esto como les comenté, era solo el inicio. 

Satanás no descansa y el anda como león rugiente buscando a quien devorar.       1 Pedro 5:8., y no lo dejaría tan fácil. Recordemos que el vino a tres cosas a robar, a matar y destruir, Juan 10:10. 


A través de los estudios realizados, empezaron a descubrir más daño en otros órganos, en los cuales nunca había tenido problemas. Mi hígado y bazo eran los más dañados. Los reportes médicos eran solo malas noticias, me daban una diversidad de diagnósticos tales como: probablemente tengas proceso cancerígeno o un problema en tu médula ósea entre otros. En fin, palabras me faltarían para compartir todo lo que me dijeron. Aún en medio de esos reportes nosotros continuamos creyendo y confesando que Jesucristo ya había llevado toda enfermedad y por su herida yo estaba sano, 1 Pedro 2:24.

Me trasladaron a un hospital de alta especialidad para hacer una valoración y descartar todo lo que me habían comentado los médicos anteriormente y en ese transcurso del traslado, me apropie mucho de esta Palabra: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.” Salmos 23:4. 

Fuí valorado en este hospital por los especialistas, los cuales realizaron más estudios de todo tipo. En verdad estos estudios fueron realmente dolorosos y uno en especial, que se llama biopsia de médula ósea donde con un equipo metálico, introducen dentro de la cadera y presionan hasta tomar una parte del hueso para estudiarla. No podía ser anestesiado para no contaminar la muestra. Yo, a gritos declaraba, El sufrió todos mis dolores, el castigo de mi paz fue sobre Él… (Isaías 53:4-5). 

¿Cuántas veces? no lo recuerdo, solo recuerdo haberme quedado en una paz inexplicable y sin quejarme, tanto que los médicos pensaron que por el dolor me había desmayado, pero cuando me preguntaban algo respondía riéndome. Una vez tenidos los resultados de los estudios, me dieron la noticia más fuerte y de gravedad. Los especialistas me informaron que mi hígado había dejado de funcionar, que se había dañado desconociendo la causa; pero que el daño era tan irreversible que necesitaba un trasplante de hígado urgente, antes que me complicara más y no pudiera ser candidato a un trasplante. 


Recordemos hermanos, que ese año 2021 continuamos con la contingencia COVID-19 y todas las unidades especializadas estaban clausuradas atendiendo solamente a pacientes con un diagnóstico positivo a COVID-19.

Lo cual me llevó a tener que esperar hasta que me aceptaran en la unidad médica especializada en trasplantes. En ese momento la situación no se veía bien debido a que presentaba falla hepática severa por lo cual empecé a presentar aún más complicaciones. Mi vena porta empezó a crecer más de lo que debía y corría el riesgo de desangrarse en cualquier momento. Mi bazo hizo una esplenomegalia, el cual empezó a atacar a mí misma sangre; lo cual a su vez causó anemias severas por las cuales necesitaba trasplantes a cada momento.

Mi sistema inmunológico se complicó tanto que no aceptaba ningún tratamiento o trasplante de sangre rechazando todo. Empecé a acumular líquido abdominal, más de 14 litros libres dentro del abdomen el cual se complicó en un derrame hacia los pulmones con sensaciones de ahogo severos. Tuvieron que estar sacando el líquido por agujas a través de mi abdomen. Presentaba sangrados superficiales y cerebrales por la falta de coagulación, y para ese momento había perdido más de 38 kilogramos. A causa de eso empecé a tener pérdida de masa muscular, pérdida de la fuerza y dolores intensos de los nervios en todo el cuerpo.



Yo la verdad no me miraba bien, pero orando, escuche la voz audible del Señor qué me dijo: “OMAR NO ESPERES VERTE SANO PARA CREER QUE ESTÁS SANO”. Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Hebreos 11:1.

Aún después de lo qué Dios me había dicho, continuaba viviendo un verdadero tormento. Pasé hambre, dolores intensos, diariamente me cambiaban venopunción (Catéter) colocado en mis venas para pasar medicamentos y sueros. Yo deje de contar después de las 50 punciones, no descansaba, no dormía por diversos motivos; revisión de signos vitales, estudios, valoración, etc., pasaba calores intensos por no contar con refrigeración y los calores de la ciudad de Hermosillo eran de cuidado.

Mi familia me ayudaba con ventiladores o a veces trapos húmedos. No era una estancia agradable en lo absoluto, hermanos, y no se lo recomiendo a nadie. Pero aun así seguía dando gracias al Señor por mi sanidad; siempre alabando y orando diariamente, ya que por nada debemos estar afanosos.

Pasado lo días, como mi estado no era bueno, me complicaba día a día y mi cita a la unidad especializada de trasplante no llegaba. Los médicos decidieron darme a escoger entre si quería continuar en el hospital, esperar que me llegara la cita o simplemente irme a mi casa a disfrutar a mi familia porque los resultados de las dos opciones era que pudiera perder mi vida en la espera.

Gracias a mi Señor y a mis Pastores tome de nuevo un gran valor y me apropie de la Palabra que dice, “YO HE VENIDO A DARTE VIDA Y VIDA EN ABUNDANCIA” (Juan 10:10). 

En ese momento yo estaba con mi hermano Edgar que es mi hermano gemelo y que también estuvo presente en muchas situaciones con nosotros, pero decidí no comentarle nada ya que los médicos habían hablado solamente conmigo. Les recuerdo que yo también soy médico y debido a eso los doctores que me atendían trataban muchas cosas directamente conmigo, y para no estar escuchando tanta negatividad, las demás cosas las trataban con mi esposa o mi familia.

Firmé mi alta, salí del centro médico y mi hermano me trasladó a un departamento donde nos quedamos ese día. Mi esposa venía manejando en carretera para estar esa noche conmigo y fue un viaje de más de 4 horas. Yo quería darle la sorpresa que ya me habían dado de alta hablando en fe, siempre positivo y hablando conforme a la Palabra.

Al llegar al departamento la recibí en la entrada de pie y sonriente. Ella, sorprendida y gozosa de verme me preguntaba que hacía ahí y ¿por qué no estaba en el hospital? Yo le contesté, amor por fe creo que estoy sano y me dieron la opción de estar en este proceso de recuperación con ustedes. Pero un momento después me compliqué, caí acostado en cama a punto de ahogarme, sintiéndome muy mal, más de lo que había sentido en el hospital.

Tuvimos que irnos al hospital de nuevo y hablamos con el médico. Él le informó a mí esposa y a mi hermano que no era necesario que yo estuviera allí, que todo lo que se podía hacer ya había sido hecho. Que esperaban lo peor. En ese momento mi esposa llamó a nuestros Pastores los cuales siempre estuvieron al pendiente de nosotros junto con otros Pastores y hermanos en Cristo. Explicándoles ella la situación, mis pastores me dijeron en el altavoz: ''usted solamente crea, nosotros oraremos por usted''. Al terminar de orar yo recibí la Palabra impartida por ellos, porque para el que cree, todo le es posible (Marcos 9:23). Ellos fueron usados por nuestro Señor Jesucristo y comencé a sentirme mejor y descansé toda esa noche.   

Eso no acabó ahí hermanos, la oposición del malo era más frecuente en mi hogar presentándome diversos síntomas, signos, pensamientos y complicaciones. Él propósito del enemigo era llevarme a que confesara que moriría por esa enfermedad. Sin embargo, siempre me mantuve en calma y positivo hacia esta situación, aunque a veces era difícil. 

Continuamos manteniéndonos en fe buscando más opciones para ese padecimiento y logramos obtener una cita en Phoenix, Arizona para que me valorara un especialista del hígado. Ese día mis Pastores me llevaron a esa valoración y fue un viaje de cuatro horas en auto. 

En el transcurso del viaje empecé a presentar un dolor molesto en mi abdomen el cual no había sentido nunca. Este fue aumentado poco a poco en lo que íbamos llegando al hospital. Llegó el momento que el dolor era tan intenso que el médico del hígado determinó enviar a urgencias. Hermanos, jamás en mi vida había presentado tanto dolor. Era tanto que no me dejaba ni confesar la Palabra. Era tanto que ni la morfina, ni ningún otro medicamento podía quitarme el dolor. Duré más de 36 horas con ese dolor hasta que fue disminuyendo.

Me hospitalizaron y me realizaron todo tipo de estudios llegando al mismo diagnóstico; falla hepática lo cual ameritaba un hígado nuevo. Como no tenía una aseguranza debida, si quería que me trasplantaran ahí mismo debía pagar 1 millón de dólares. Los médicos me dijeron que sí no tenía el dinero, que me fuera a esperar el hígado en mi país.


Gracias a Dios, a sus oraciones y a nuestra fe, mi sanidad se empezó a manifestar a finales de septiembre del 2021. Mi recuperación fue poco a poco, pero bendecida, llegando el momento a decirles que fui sacado del protocolo de trasplante porque mi hígado se había regenerado y todas las complicaciones que les había comentado ya no están presentes. Los médicos quedaron sin palabras y reconocieron que hay algo mayor que ellos, porque, en Él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles (Colosenses 1:16).


Bendecidos hermanos altamente favorecidos. Dios es bueno en todo momento. 

Dr. Miguel Omar Maldonado López 



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