Resucitó el Amor… Y Con Él, Nuestra Vida
Resucitó el Amor… Y Con Él, Nuestra Vida
Resucitó el Amor… Y Con Él, Nuestra Vida
Hoy en día, la clase de amor que las personas suelen estar acostumbradas a recibir y dar es un amor superficial, temporal y condicional. Las personas que no conocen a Jesús no pueden decir que conocen el amor, porque solo una persona es la definición pura y comprensible de amor: un amor entregado y no arrebatado, un amor pagado con sangre y no solo con simples palabras, un amor que nadie puede comprar con dinero. Solo alguien pudo pagar ese alto precio en la cruz… y ese alguien se llama Jesús de Nazaret, o como a mí me gusta llamarle: mi Señor, mi gran Amigo y Salvador.
No hay amor como el de Jesús, porque desde que la tierra tiene existencia, nadie se ha entregado a sí mismo a la muerte por personas que hoy en día ni siquiera lo reconocen como el Hijo de Dios. Jesús, al conocer el plan del Padre de enviar a alguien a salvarnos, no solo fue obediente, sino que estuvo dispuesto a morir y, después, a vivir en cada uno de nosotros.
No puedo imaginar mi vida sin Jesús.
Una vida sin Jesús no es vivir, sino solo nacer, existir y morir; pero una vida con Él es nacer con propósito, vivir en propósito y, después de una larga vida, regresar con quien nos creó.
Jesús fue entregado en manos de hombres perversos y pecadores, esos mismos hombres por los cuales Él estaba dispuesto a morir. A Jesús se le colocó una corona de espinas sobre su cabeza, lo cual para los soldados romanos era motivo de burla, presentándolo como el "Rey de los judíos". Pero ellos no sabían que tres días después, esa corona de espinas sería sustituida por una corona de gloria, honra y majestad; y ese Rey del cual tanto se burlaban, se convertiría en el Rey, Amo y Señor de nuestras vidas.
Las manos y los pies de Jesús fueron clavados en la cruz. Su cuerpo fue azotado y golpeado hasta quedar irreconocible. Pero Él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre Él, y por sus llagas somos sanados, perdonados, liberados y amados. (Isaías 53:5)
Jesús se separó del Padre y estuvo tres días y tres noches en el infierno, para convertirse en el mediador entre Dios y nosotros; porque nadie viene al Padre sino por Él. (Juan 14:6)
Jesús resucitó al tercer día, y ahora no solo está sentado a la diestra del Padre intercediendo por nosotros, sino que también mora en aquellos que han decidido recibirlo.
La crucifixión es considerada una de las peores maneras de morir, pero Jesús la convirtió en la muestra de amor más grande, valiosa y sincera que haya existido.
Y si aún no estás convencido de Su amor, Lucas 23:34 nos revela las palabras de Jesús:
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” Jesús tenía la autoridad de pedir al Padre que interviniera por Él, pero lo único que hizo fue clamar por perdón... y gracias a esa disposición, tú y yo podemos ser llamados hijos de Dios.
No hay sacrificio como el de Jesús, porque nadie le quitó la vida. Él mismo dijo:
“A mí nadie me quita la vida, sino que yo la entrego voluntariamente en sacrificio. Pues tengo la autoridad para entregarla cuando quiera, y también para volver a tomarla.”
¡Hoy estamos de fiesta: EL MESÍAS HA RESUCITADO!
El amor bajó a la tierra, fue crucificado, murió, descendió al infierno, resucitó, regresó con el Padre…
y pronto volverá por Su Iglesia.
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