¿Qué revela su corazón cuando extiende sus manos?


¿Tiene usted las manos secas?

“El que tiene oídos para oír, oiga lo que el Espíritu Santo dice a la iglesia.”

Pastor Asociada Mireya San 


Manos secas, corazón endurecido

¿Tiene usted las manos secas?
Quien las tiene así, no puede dar, adorar ni bendecir. Esto sucede porque el corazón se ha endurecido por orgullo y por falta de bondad.

“Porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones.”
— Marcos 6:52

Un corazón endurecido pierde la sensibilidad espiritual. Con la boca dice una cosa, pero su actitud muestra otra.

El peligro de los afanes y la ingratitud

Jesús advirtió:

“Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería, embriaguez y de los afanes de esta vida…”
— Lucas 21:34

Un corazón malagradecido se desenfoca, se vuelve avaro y se aleja de la bendición. Muchos, por las pruebas que viven, han dejado de creer. Pero Jesús declaró:

“Si crees, verás la gloria de Dios.”
— Juan 11:40


La sanidad está al alcance

El profeta Isaías lo anunció y Jesús lo confirmó:

“Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos.”
— Mateo 13:15



Sin embargo, hay esperanza: si usted quiere y oye, puede sanar.

Limpie sus manos.

Jesús le dijo al hombre de la mano seca:

“Extiende tu mano.” — Marcos 3:5

Cuando él obedeció, su mano fue restaurada.

Use sus manos para bendecir

¿Cómo es posible que hermanos usen sus manos para destruirse? La vida en esta tierra es corta. No la desperdicie.

Use sus manos para restaurar, levantar, animar y confortar.

“Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.”
— Santiago 4:8

Lo que el Espíritu Santo quiere hacer en usted

El Espíritu Santo quiere sanar su corazón, pero para eso debe morir el orgullo, la necesidad y la terquedad.

Muchas veces decimos: “Toma el trono de mi corazón”, pero no se lo entregamos.

Jesús lo dejó claro:

“Este pueblo de labios me honra; mas su corazón está lejos de mí.”
— Mateo 15:8

Una promesa para los de limpio corazón

“Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.”
— Mateo 5:8

Cuando hay paz en el corazón, todo se ordena. El salmista lo expresó con gozo:

“Yo me alegré con los que me decían: A la casa de Jehová iremos.”
— Salmos 122:1


Cristo viene pronto.
Por eso, cuide su corazón, limpie sus manos y use su vida para bendecir.

“Presta atención, y el Señor te dé entendimiento en todo.”

— 2 Timoteo 2:7 










El que tiene oídos para oír, oiga lo que el Espíritu Santo dice a la iglesia (11/Sep/25).

¿Tienes las manos secas? Quien las tiene así no puede dar, adorar ni bendecir. Esto sucede porque el corazón se ha endurecido por orgullo y por falta de bondad.

¿Quién tiene endurecido el corazón? Quien no se da cuenta de lo grande que es Dios (Marcos 6:52). Estemos alerta, no sea que nuestro corazón se llene de los afanes de la vida (Lucas 21:34). Un corazón malagradecido pierde el enfoque y se vuelve avaro; esto está lejos de bendecir. Con su boca dice una cosa y con su actitud otra.

Muchos, por lo que están viviendo, han dejado de creer. Jesús dijo: “Si crees, verás la gloria de Dios” (Juan 11:40). “Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyen pesadamente, y han cerrado sus ojos” (Mateo 13:15).

Pero puedes salir de esa condición. Si quieres y oyes, puedes sanar. Limpia tus manos.

Jesús le dijo a un hombre: “Extiende tu mano”; al extenderla, fue restaurada (Marcos 3:1-5).

¿Cómo es posible que hermanos usen sus manos para destruirse? Tenemos muy poco tiempo en esta tierra para vivir así. Usa tus manos para restaurar, levantar, animar y confortar.

Cambia tu corazón y mira: “Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones” (Santiago 4:8). “Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí” (Mateo 15:8).

El Espíritu Santo nos ayuda a sanar el corazón, pero tienen que morir el orgullo, la necesidad y la terquedad. Muchas veces decimos: “Toma el trono de mi corazón”, pero en realidad no se lo damos.

“Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8).

Si estás en paz, todo va a estar bien. Aprende a caminar con los que dicen: “Yo me alegré con los que me decían: A la casa de Jehová iremos” (Salmos 122:1).

Cristo viene ya. Presta atención, y Dios te dé entendimiento en todo (2 Timoteo 2:7).

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