Testimonio: Estaba segura de que Él me iba a sacar en victoria



 Mi nombre es Keyla Hughes, tengo 14 años y soy la hija menor de los Pastores Ignacio y Nuvia Hughes. 

En diciembre del 2022, estábamos en una actividad del grupo de jóvenes cantando villancicos navideños afuera de un establecimiento de la ciudad, después de algunas horas de estar ahí, mi estomago comenzó a experimentar dolor y pensé que era porque había cantado mucho y preferí tomar un descanso. 

Sin embargo, el dolor se intensificó y mi estómago comenzó a inflamarse. Al regresar a casa el dolor continúo hasta la noche y fue cuando le comenté a mi mamá que había empeorado y puso manos sobre mí y juntas oramos. Tomé una siesta, pero aun así el dolor seguía ahí.

 Cómo a las doce de la medianoche me desperté con un dolor insoportable y mi mamá decidió llevarme al hospital. Al llegar al hospital los doctores comenzaron a examinarme y determinaron que el dolor se debía a una apendicitis. Después de unas horas me trasladaron a la ciudad de Tucson, Az., para llevar a cabo la cirugía y gracias a Dios todo salió muy bien. 

Después de la cirugía tuve una buena recuperación y tuve dos semanas de reposo. Después de eso retomé mi estilo de vida normal sin ninguna complicación. Los meses pasaron y mi cuerpo volvía a su normalidad.

Sin embargo, en febrero, un día por la mañana el mismo dolor de la primera vez se manifestó, pero aún más intenso, como nunca antes lo había sentido. El dolor se extendió por todo mi estomago e hizo que todo el día estuviera agotada. Yo no quería volver al hospital porque quería ir a la iglesia y quería cantarle al Señor. Debido a los síntomas tan fuertes, mi mamá decidió llevarme al hospital para ser examinada. Al revisarme los doctores no pudieron determinar qué era lo que causaba el dolor. 

En la madrugada estaban planeando llevarme de nuevo a Tucson para que los especialistas pudieran examinar mi cuerpo. La verdad yo estaba bien incómoda y no quería que me operaran de nuevo. Mi mami y yo comenzamos a orar y unimos nuestra fe para que no tuviera qué pasar por otra cirugía. 

En el camino a Tucson hice una oración a Dios para poder descansar durante el viaje para no sentir ese terrible dolor. Gracias a Dios automáticamente me dormí. Yo tenía paz en mi corazón porque sabía que el Señor cuidaba de mí. Al llegar al hospital comenzaron a hacerme muchas preguntas para determinar lo que le pasaba a mi cuerpo. 

Al siguiente día, mi cuarto estaba lleno de enfermeros, doctores, pediatras y más especialistas determinando lo que tenía. Mi mami les preguntó a los enfermeros si me harían cirugía y ellos dijeron que sí. Ella automáticamente comenzó a orar en lenguas y a meditar en la Palabra de Dios. Todo el tiempo yo me mantuve gozosa y mi mami y yo nos poníamos a cantar a pesar del dolor que estaba sintiendo. 

Tuve que quedarme otra noche ahí recibiendo medicamentos y sin comida por dos días porque aún no sabían lo que mi cuerpo tenía. Aun así, yo sabía quién era mi sanador y que iba a salir de eso porque la primera vez el Señor me ayudó a salir bien de la cirugía y estaba plenamente convencida que me ayudaría de nuevo. 

Los doctores decían que el dolor era causado por constipación y fue algo que se le hizo raro a mi mami y ella les explicó que yo comía muy saludable. Dijeron que todo estaba bien en mi cuerpo pero que mis plaquetas de sangre estaban muy altas. Al final concluyeron que mi intestino se había inflamado por tanto antibiótico qué había consumido antes y después de la cirugía por la apendicitis. 

Recuerdo que oré al Señor y le dije que tenía el deseo de comenzar a caminar. Salimos a caminar mi mami y yo dando unas vueltas en el pasillo del hospital. El siguiente día fue sábado y yo ya estaba agotada de estar ahí y tenía un deseo enorme de irme a casa. Los doctores entraban y siempre decían que me veían bien gozosa con ninguna queja. Eso fue a causa del saber quién estaba en mí y estaba segura de que Él me iba a sacar en victoria. Nunca perdí el gozo, ni me quejaba, siempre estuve confiando en El Señor y Su Palabra confesando sanidad en mí cuerpo y alabando al Señor. 

Ese sábado mi papá tenía reunion en Tucson y nosotros queríamos regresarnos a casa junto con él, pero nos habían avisado que nos quedaríamos hasta el domingo. Yo automáticamente comencé a orar y en fe escribí mensajes a mis amigos que regresaría ese mismo día a casa. Gracias a Dios y por la confesión de la Palabra de Dios, nos dejaron salir y mi papi nos recogió. Yo estaba llorando de gozo y de agradecimiento. Solo puedo decir que Dios es bueno y no nos deja avergonzado. El Señor nos ama y por su llaga nosotros fuimos curados. Hasta el día de hoy el dolor no ha vuelto gracias a Dios. 

Yo animo a todas las personas que están pasando por un proceso difícil en su vida qué confíen en Dios y se mantengan firmes en la confesión de la palabra para qué cada uno pueda ver qué tan bueno es el Señor Jesús.    

Cita Bíblica: Proverbios 3:8, Isaías 53:4-5  

Mis cantos al Señor durante ese proceso fueron: Soy Sano/God is so good.


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