¿Tienes Orgullo? Viste Tus Vestiduras de Paz
¿Tienes Orgullo? Viste Tus Vestiduras de Paz
“El que tiene oídos para oír, oiga lo que el Espíritu Santo dice a la iglesia”
📅 Reflexión Mayo 14, 2025 – por Pastor Asociada Mireya san
Vivimos días en los que Dios nos está llamando a examinar el corazón. Una pregunta directa para iniciar: ¿tienes orgullo?
El Orgullo Te Aleja de la Paz
Muchas veces no nos damos cuenta de cómo actuamos con los demás. Vamos tan rápido que no reflexionamos en cómo nuestras palabras, actitudes o indiferencia afectan a quienes nos rodean.
El orgulloso trata mal al prójimo, y al hacerlo, también se trata mal a sí mismo.
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39).
El orgullo nubla la visión espiritual. Pero Dios nos llama a limpiar nuestros ojos y nuestro corazón.
“En todo tiempo sean blancas tus vestiduras” (Apocalipsis 3:18).
Un Llamado Divino a la Reflexión
Dios nos hace una invitación amorosa, pero firme:
“Venid luego —dice Jehová— y estemos a cuenta: si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra” (Isaías 1:18-19).
Cristo viene pronto. Las señales son claras. Y tú estás invitad@ a la Mesa del Rey. No cualquier mesa: la Mesa de la Paz.
La Bendición Está en la Paz
Hoy es el día para comenzar a prepararte. Hoy es el día para ser pacificador.
“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:9).
Rodéate de personas que esparzan el perfume de la paz. Renuncia al orgullo.
“Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes” (Santiago 4:6).
Viste de Blanco, Vive en Humildad
La mesa del pacificador permanece firme. No entra en contiendas, ni responde con altivez.
“En todo tiempo sean blancas tus vestiduras, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza” (Eclesiastés 9:8).
De tu vida fluye bendición para tus hijos, nietos y generaciones futuras. No descuides tu casa espiritual ni natural.
“¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!” (Salmos 133:1-3).
José No Manchó Sus Vestiduras
En medio de la traición, el rechazo y el dolor, José no permitió que su corazón se manchara. Al reencontrarse con su familia, los recibió con gracia.
El resultado fue bendición en medio de la crisis (Génesis 45:3-10).
Tú también puedes mantener limpias tus vestiduras. No permitas que el día de tu gozo (espos@, hijos, logros) se manche con orgullo o resentimiento.
¿A Qué Huele Tu Casa?
“Mientras el rey estaba en su reclinatorio, mi nardo dio su olor” (Cantares 1:12).
Dios quiere ministrar paz en tu hogar.
“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da” (Juan 14:27).
Si no estamos en paz con Dios y con nosotros mismos, no podremos estar en paz con los demás.
Conclusión: La Paz Comienza en Ti
Presta atención. Este es un tiempo para escuchar y entender lo que Dios quiere enseñarte.
“Considera lo que digo, y el Señor te dé entendimiento en todo” (2 Timoteo 2:7).
Vístete de paz. Llena tu casa con su aroma. Y prepárate para sentarte a la Mesa del Rey.
El que tiene oídos para oír, oiga lo que el Espíritu Santo dice a la iglesia (12/may/25).
¿Tienes orgullo? No tienes tiempo para pensar cómo actúas con los demás, o sobre tu falta de interés. El soberbio trata mal al prójimo, por lo tanto, se trata mal a sí mismo (Mateo 22:39). Es tiempo de buscar estar en paz con los demás. En todo tiempo sean blancas tus vestiduras (Apocalipsis 3:18). Lava tus ojos para que veas y puedas identificar el orgullo.
“Venid luego —dice Jehová— y estemos a cuenta: si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra” (Isaías 1:18-19).
Todo lo que vemos nos dice que Cristo viene ya, y estás invitad@ a la Mesa del Rey: la Mesa de la Paz. Desde hoy, ven a prepararte. Sé pacificador.
“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5:9).
“Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes” (Santiago 4:6).
“En todo tiempo sean blancas tus vestiduras, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza” (Eclesiastés 9:8).
“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da” (Juan 14:27).
Presta atención, y que Dios te dé entendimiento en todo (2 Timoteo 2:7).
Únete donde está el perfume de la paz. Renuncia al orgullo.
La mesa del pacificador se mantiene firme, no cae en contienda.
Desde la cabeza desciende la bendición a tus hijos, nietos y futuras generaciones. No descuides la casa (Salmos 133:1-3). Que nunca falte ungüento sobre tu cabeza. No manches tus vestiduras en el día de tu felicidad (espos@, hijos, etc.).
José no manchó sus vestiduras; él recibió a su padre y a sus hermanos, y vino bendición en tiempos difíciles (Génesis 45:3-10).
Esparce el olor del perfume de la paz (Cantares 1:12). ¿Qué aroma tiene tu casa?
Si no estamos en paz con Dios y con nosotros mismos, no podremos estar en paz con los demás.
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