¿Estás escuchando realmente?

 

El que tiene oídos para oír, oiga lo que el Espíritu Santo dice a la iglesia

Pastor Asociada Mireya San. 

¿Estás escuchando realmente?

La pregunta de Dios sigue siendo la misma hoy: ¿Oyes?
No si “escuchas” sonidos, sino si pones atención al mensaje que anuncia la verdad, porque solo la verdad puede hacerte libre (Juan 8:32).

La Biblia dice que el necio no oye y se queda viviendo en sombra, estancado, sin claridad. El desánimo tampoco es un buen lugar para escuchar; cuando el alma está caída, la voz de Dios se vuelve lejana.

Jesús declaró:

“Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán.” (Juan 5:25)

Cuando una persona está separada de Dios, vive muerta espiritualmente, aunque respire. Escuchar a Dios es lo que trae vida al corazón.

Oír superficialmente no transforma

Hoy, muchos oyen… pero no entienden.
¿La razón? La manera de oír es superficial.
No hay compromiso para agradar a Dios, no hay deseo de obedecer, no hay intención de recibir instrucción.

La fe nace por oír, pero oír correctamente (Romanos 10:17). Y la fe verdadera no espera ver para creer, sino que llama las cosas que no son como si ya fuesen (Romanos 4:17).

Si quieres sanar tu oído espiritual, debes inclinarlo hacia Dios:


“Hijo mío, está atento a mis palabras; inclina tu oído a mis razones.” (Proverbios 4:20)

Inclinar el oído es un acto de humildad: significa que reconoces que necesitas aprender.

El peligro de un oído descuidado

El que no oye, se amarga.
El que no escucha, se confunde.
El que está distraído, pierde dirección.

La distracción es uno de los venenos de esta generación. Por distraerse, la gente no aprende a oír la voz de Dios.

La Biblia nos muestra un ejemplo muy profundo:

Los hermanos de José no pudieron oír lo que él les decía. (Génesis 42:21-22)

No era que no escucharan el sonido… era que no soportaban su mensaje. Años después se lamentaron, porque no pusieron atención a sus palabras.

Hoy ocurre igual: Dios habla, pero muchos no prestan atención.
Y un día, cuando suene la trompeta de Dios (1 Tesalonicenses 4:16), muchos lamentarán no haber escuchado.

Necesitamos un oído sano

Si Cristo viene ya —y viene— entonces necesitamos un oído sano, listo para discernir la verdad de la mentira, la voz del Espíritu de la voz de la carne.

Dios promete:

“Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; lo pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre.” (Salmos 91:14)

El que oye correctamente, ama correctamente.
Y el que ama correctamente, vive en altura espiritual.

Hablar con inteligencia y servir con integridad

Dios no solo quiere que oigas bien; quiere que hables con inteligencia, con amor y con dedicación.
José es un ejemplo hermoso:
Aunque sus hermanos lo odiaban, él servía con un corazón íntegro (Génesis 37:4-11). Él no permitió que el rechazo le dañara el oído espiritual.

Oír inteligentemente significa filtrar, discernir, elegir qué voz alimenta tu alma.
Cuando aprendes a oír así, dejas de ser torpe espiritualmente.
Ser torpe no significa ser lento, sino ser incapaz de comprender lo que Dios quiere revelar.

Pero quien presta atención, quien inclina el oído, quien se enfoca en la voz correcta… ése recibe entendimiento.

“Presta atención, y Dios te dé entendimiento en todo.” (2 Timoteo 2:7)

👉 Hoy es el día para sanar tu oído espiritual. Inclina tu oído a Dios, deja las distracciones, escucha con intención y permite que Su voz te vivifique. Cristo viene ya: asegúrate de reconocer Su voz cuando hable.

















El que tiene oídos para oír, oiga lo que el Espíritu Santo dice a la iglesia (03/Dic/25)

¿Oyes? Debes oír el mensaje que anuncia la verdad para que seas libre (Juan 8:32). El necio no oye y se quedaba en la sombra. El desánimo no es un buen lugar para oír. De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán (Juan 5:25).

Cuando estás separado de Dios, vives muerto espiritualmente, y esto no es creer a Dios. La gente oye, pero no entiende, porque esa manera de oír es superficial; no hay compromiso de agradar a Dios. La fe agrada a Dios y esto viene por oír (Romanos 10:17).

La fe llama las cosas que no son como si ya las vieras manifestadas (Romanos 4:17). Para sanar el oído debes inclinarlo:

“Hijo mío, está atento a mis palabras; inclina tu oído a mis razones.” (Proverbios 4:20)

Oír y aprender. Si no oyes, vivirás amargado. La gente está distraída; por eso no sabe oír. Los hermanos de José no pudieron oír lo que él les decía (Génesis 42:21-22). Ellos lamentaron no poner atención a sus palabras.

Dios habla, pero no prestan atención; un día se lamentarán de no oír la Trompeta de Dios (1 Tesalonicenses 4:16). Cristo viene ya. Necesitamos tener el oído sano para oír y discernir.

“Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; lo pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre.” (Salmos 91:14)

Dios busca que hables con inteligencia, amor y dedicación. José servía de esa manera; no se frustró por el odio de sus hermanos hacia él (Génesis 37:4-11). Oír inteligentemente causará que dejes de ser torpe, y esto no es ser tardo para comprender las cosas.

Presta atención, y Dios te dé entendimiento en todo (2 Timoteo 2:7).

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