Pero el Señor me mostró todo lo contrario al decirme que lo que teníamos en las manos no eran cosas que venían de Él, no eran bendiciones ni Sus promesas, sino cosas del pasado, ataduras, cosas vanas y demás, que no queríamos soltar. Y me dijo que la razón del por qué no vemos resultados de nuestras oraciones en nuestras vidas era porque no había lugar en nuestro corazón para Él, mucho menos había espacio en nuestras manos para recibir lo que el Señor quería darnos.
El Señor me llevó a la parábola de las diez vírgenes (Mateo 25). En esta historia se nos muestran diez mujeres: cinco sensatas y cinco insensatas. Todas debían esperar a sus esposos con las lámparas encendidas.
Las sensatas tenían el aceite listo para sus lámparas, pero las insensatas no, porque se quedaron dormidas por esperar a los esposos. Cuando llegó el día de la venida de los esposos, las sensatas arreglaron sus lámparas y salieron a recibirlos, pero las insensatas no, porque les hacía falta lo más importante: les hacía falta el aceite.
¿Quieren saber el desenlace de la historia? Lean conmigo los siguientes versículos:
Las mujeres insensatas no estuvieron listas por estar distraídas haciendo otras cosas. De igual manera, nosotros no vemos la manifestación de nuestras oraciones porque estamos distraídos en nuestro pasado y en los pecados que aún no podemos dejar ir. Dios tiene un banquete listo para nosotros, Él tiene un futuro preparado, Él tiene todo lo que necesitamos, pero nos hace falta aceite en nuestras lámparas. Tenemos nuestras lámparas escondidas debajo de nuestras camas, llenas de polvo porque nos cansamos de esperar y nos quedamos dormidos; nos cansamos de esperar por la respuesta a nuestras oraciones y nos desanimamos y alejamos de Dios.
Aún hay tiempo para buscar el aceite, aún hay tiempo para encender nuestras lámparas, pero ¿cuánto tiempo vamos a seguir esperando? Dios quiere y anhela que avancemos, que vayamos al siguiente nivel, que prosperes, que habitemos en Su Presencia y que siempre tengamos paz; pero jamás la vamos a tener o disfrutar en su totalidad si tenemos las manos llenas. Es momento de dejar ir y de dejar que Dios intervenga en nuestra situación.
Hoy le animo a soltar lo que esté en sus manos y que esté estorbando. Ore a Dios y reciba de Él paz y seguridad. Su corazón es el lugar donde solo Dios puede habitar, nada ni nadie más. Sus manos deben estar vacías de toda condenación del enemigo, de toda duda, de todo pasado, de toda vergüenza y de todo lo que no venga de Él. Este es el día que hizo el Señor para nosotros (Salmos 118:24), este es el día para soltar y para recibir. Dios los bendiga grandemente y reciban paz, esa paz que llena cada área de nuestras vidas y cada rincón de nuestros cuerpos, esa paz que solo se puede obtener de nuestro Señor Jesús. Amén.
Escrito por: Yirel Salinas
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