JESÚS DEJÓ SU GLORIA EN EL CIELO PARA QUE TÚ TUVIESES ACCESO A ELLA


Jesús es el centro de la Navidad, así como lo es de nuestras vidas por completo. Si Jesús no hubiese venido, no solamente no habría Navidad, sino que no habría salvación para nosotros. 

Cuando era más jóven, recuerdo cuán maravillado me encontraba al poder sentir Su Presencia en mi vida. Recuerdo que solía pasar horas pensando en cuán diferente era el mensaje de Jesús del de cualquier religión. ¿Qué otro dios o mesías había venido al mundo a dar su vida para salvar a las personas? Y lo mejor de todo es que, no solo el mensaje de Jesús es el más precioso y el más lleno de amor de todos, sino que además es el auténtico, y lo que había experimentado daba testimonio de ello en lo más profundo de mi ser. 

Imagínate lo que tuvo que ser para Jesús venir a este mundo. Él habitaba en la gloria del Padre, rodeado de ángeles, honor, poder y alabanza. Como Dios, participaba junto al Padre y al Espíritu Santo de todo lo que habían creado, disfrutando de una comunión perfecta con ellos. Venir a la tierra suponía:

  • Limitar Su poder al hacerse hombre
  • Dejar la gloria del cielo, para adentrarse en las tinieblas que existen en este mundo
  • Experimentar dolor, hambre, rechazo, y hasta la muerte en la cruz.

Como dice la Biblia: “Él, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomó la forma de siervo y se hizo semejante a los hombres” (Filipenses 2:6-7)

Sí, Jesús se despojó de Su gloria para que tú pudieses tener acceso a ella. Eso es lo que celebramos en Navidad: que Jesús llegó al mundo con la misión de reconciliarnos y darnos vida eterna con Él. Él es aquel Emanuel profetizado en Isaías, aquel “Dios con nosotros”. ¿No es increíble? ¿Acaso no te dan ganas de alabarle?

Que en este día de Navidad, Jesús sea el centro de tus pensamientos y de todo lo que hagas. 

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