CADA DÍA MARAVILLATE CON LA GRANDEZA DE DIOS



En medio de tus ocupaciones cotidianas, te invito a detenerte un instante, levantar los ojos hacia el cielo y meditar sobre la majestad de la morada de Dios.

Echa un vistazo a tu alrededor y observa cómo la tierra resuena con su perfección, y cómo la naturaleza se hace eco de su belleza y su sensibilidad.

Un día, el salmista también miró a su alrededor, y esta alabanza surgió de su boca: “Dios viene desde Temán; el Santo, desde el monte Parán. [Pausa] Se extiende por los cielos su majestad, de sus alabanzas está llena la tierra”  (Habacuc 3:3-4).

En medio de una vida tan acelerada, es bueno que sepas detenerte y maravillarte una y otra vez, incluso por las más pequeñas cosas: ese pájaro que canta, la brisa en tu cara, ese niño que sonríe… La vida es más dulce cuando uno sabe maravillarse por todos esos pequeños detalles.

Aquí te dejo un desafío para hoy: detente un instante en este día y toma tiempo para observar el mundo que te rodea. Inspira, espira, da gracias a Dios por el aliento de vida que te da, ¡y compártelo!

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