¿AMAS A DIOS?


 Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28).

“A los que aman a Dios…”

Un día le hicieron esta pregunta a Jesús: ¿Cuál es el mandamiento más grande? Él respondió: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Éste es el principal mandamiento” (Marcos 12:20).

Amar a Dios con todo el corazón significa amarle con tus sentimientos y con todo tu afecto. Es similar a una relación de amor, en la que abrimos nuestro corazón. “Yo soy de mi amado, y mi amado es mío; Él apacienta entre los lirios” (Cantares 6:3).

Amar a Dios con toda el alma es amarlo con el deseo de estar en Su presencia, de estar unido a Él. “Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?” (Salmos 42:2).

Amar a Dios con toda la mente es amarle poniendo tus pensamientos en Él. “En mi lecho me acuerdo de ti; pienso en ti toda la noche” (Salmos 63:6).

Amar a Dios con todas las fuerzas es amarle con perseverancia. “A fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas…” (Hebreos 6:12).

Dios conoce nuestras debilidades, nuestros errores, nuestras faltas… pero Él busca nuestro amor. Cuando Pedro negó a Jesús, Él le preguntó por tres veces “Pedro, ¿me amas?” “Pedro, ¿me amas?” “Pedro, ¿me amas?”

Hoy, Jesús te hace la misma pregunta: “¿Me amas?” Que, al igual que Pedro, puedas responderle: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo” (Juan 21:17).

La respuesta de Jesús a esta confesión de Pedro fue: “Apacienta mis ovejas”. Y Pedro se convirtió en la piedra sobre la cual Jesús construyó su iglesia. De hecho, después de su predicación en el día de Pentecostés, ¡3.000 personas fueron bautizadas!

Como le ocurrió a Pedro, un destino extraordinario espera a los que aman a Dios.

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