¡QUE SEA LA LUZ!
Cuando empieza a hacerse de noche, hago como tú: enciendo la luz. Esto me permite seguir trabajando, ya que en la penumbra es complicado hacer algo.
Podemos extraer una lección de este pequeño gesto cotidiano: de la misma manera en la que necesitamos luz para orientarnos en la noche, necesitamos de la Luz perfecta de Cristo para ver claramente en nuestra vida.
Cuando una situación es tan complicada que parece no haber ninguna solución, pide a Jesús que te ilumine. Como me gusta decir, servimos a un Dios que tiene soluciones creativas para problemas imposibles.
¡Él es el Creador, y es creativo! ¡Él es la verdadera luz! (lee 2 Samuel 22:29). Él iluminará tu corazón y te revelará la solución por cada uno de tus problemas y de las situaciones por las que estás pasando.
No temas más, deja que Cristo ilumine tu vida y te guíe en toda circunstancia.
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