Hay momentos tales como el comienzo del año o el comienzo del curso académico, a la vuelta de las vacaciones, en los que queremos darle un impulso especial a nuestras vidas. ¿No es cierto? 

Te propones aprender inglés, ponerte en forma o leer más la Biblia, por ejemplo, pero tras unas semanas de esfuerzo, poco a poco vas dejando a un lado estos buenos propósitos. ¿Te ha pasado esto alguna vez? ¡A mí demasiadas veces! 

Dice la leyenda que un rey quería recompensar a Sissa, uno de sus súbditos, creador del famoso juego de ajedrez. Sissa le dijo que la única recompensa que quería era en granos de trigo en las casillas de un tablero de ajedrez: 1 grano en la primera, 2 en la segunda, 4 en la tercera… y así sucesivamente. El rey, contento, accedió, pensando que Sissa terminaría llevándose un saco de trigo. Lo que no sabía que es ese cálculo ascendía a 18 446 744 073 709 551 615 (18 trillones) de granos de trigo, ¡lo equivalente a la cosecha mundial de 100 años!

Parece increíble que algo tan pequeño, que comenzaba con cantidades tan pequeñas como 1, 2 o 4 granos, al final se hubiese convertido en esa cantidad tan astronómica. Este tipo de crecimiento es llamado en matemáticas “crecimiento exponencial”, y es un ejemplo del tipo de crecimiento que Dios quiere darte en las diferentes áreas de tu vida. 

El primer paso para poder experimentar este crecimiento es comenzar por la primera casilla con un simple grano. Sí, puede que no parezca mucho, pero la Biblia, de hecho, dice: “No menosprecien estos modestos comienzos, pues el Señor se alegrará cuando vea que el trabajo se inicia…” (Zacarías 4:10, NTV).

No menosprecies los comienzos pequeños: solo empieza a moverte. Y aunque veas que todo va lento al principio o que no hay mucho cambio, ¡no dejes de seguir avanzando! Esos comienzos modestos son el comienzo de algo grande, y traen alegría al corazón de Dios. 

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