Jesús nos invita a aprender de Él a ser mansos y humildes. Él dice
 “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:29)

Aquí hay una muy buena noticia, y es que la humildad no es algo con lo que necesariamente se nace, sino que es algo que se puede aprender.

La pregunta aquí es: ¿cómo podemos aprender a ser más humildes? Quizá el primer pensamiento que te pase por la cabeza sea orar, para pedirle a Dios que te haga más humilde. Pero si bien es cierto que le puedes pedir ayuda a Dios, la humildad en el fondo es algo que solo se puede aprender con la práctica. 

Es en el día a día, en las diferentes ocasiones que se te presentan, en las que puedes escoger actuar con humildad, o dejar que tu orgullo sea el que tome ventaja. El orgullo es un veneno de las tinieblas que nos ciega y nos impide tomar las decisiones adecuadas: la única forma de combatirlo es decidir actuar con humildad en cada situación que se te presente. 

  • ¿Alguien te ha contestado de mala manera? Es tu oportunidad de contestar bien, quizá incluso con firmeza, pero sin resentimientos ni intentos de quedar por encima.
  • ¿Te van bien las cosas? Es la oportunidad perfecta de entregarle todo a Dios y orar de corazón, reconociendo que dependes completamente de Él. 
  • ¿No sabes qué pasos tienes que dar? Pídele constantemente al Señor que te guíe en tu día a día, para que puedas hacer Su Voluntad en todo. 

El orgullo nos lleva a ponernos en el centro, a querer hacer nuestra propia voluntad. Pero en este pasaje, Jesús nos anima a llevar Su yugo (a seguirle en todo momento), y a aprender de Él, que es manso y humilde de corazón. ¿La consecuencia de ello? Hallaremos el descanso para nuestras vidas.

¡La humildad te inunda de paz! Aprovecha cada oportunidad que tengas en este día para actuar con una humildad genuina, y para seguir aprendiendo y creciendo en esta área. 

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