¿Cuál piensas que podría ser, en tu opinión, el estereotipo de una persona humilde? Lo que me viene a la mente, de primeras, es alguien amable, con una forma de vestir modesta, y con una sonrisa tímida. Esta persona probablemente no sobresalga especialmente en ningún área, y además, cuando alguien quiere hacerle un cumplido, se siente verdaderamente incómoda. ¿Estabas tú también pensando en alguien así? =)

Si este es el modelo de lo que una persona humilde debería ser, podríamos preguntarnos: “Entonces, para poder llegar a ser humilde, ¿tengo que renunciar a mis sueños y conformarme con una vida mediocre?”. 

Esa fue más o menos la conclusión a la que llegué cuando tenía 12 años. Era el mejor estudiante de mi clase, y siempre me esforzaba por dar lo mejor de mí en todos los trabajos que entregaba. Sin embargo, tras reflexionar en el tema de la humildad, vino a mi mente la idea de que tenía que dejar de destacar tanto, y empecé a hacer mis tareas con menos calidad. 

Tal fue así que, un día, la profesora me llamó y me preguntó: “¿Va todo bien, te pasa algo? Últimamente he visto que tus trabajos son mucho peores que lo que hacías antes…”. Esa situación realmente me tocó, y me hizo pensar. 

La Biblia dice: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres” (Colosenses 3:23). Pensaba que, al hacerme menos visible, iba a ser más agradable a Dios. ¡No me daba cuenta de que, a través de mi trabajo bien hecho, estaba ya dando gloria a Dios, y que estaba siendo fiel con lo que Él me había dado! Ese pensamiento erróneo casi me lleva a convertirme en una persona que no soy.

Dios quiere que brilles en todo lo que haces. Y no hay nada que te haga brillar más que dar lo mejor de ti al Señor, y hacerlo con un corazón que reconoce tu dependencia de Él. Eso es lo que hacía Jesús, y Él era verdaderamente humilde.

Sí, la humildad no es cuestión de apariencias, sino de identidad.

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