¿Alguna vez te has detenido a pensar dónde han ido a parar las horas del día? Antes de que te quieras dar cuenta, ya son de nuevo las 8 de la tarde, y el día se te ha escapado de las manos sin que sepas muy bien cómo. 

A veces nuestro trabajo o nuestras responsabilidades nos absorben, al punto de que pasan las horas sin que nos demos casi cuenta. En otras ocasiones, ¡perdemos tanto tiempo en tonterías! La televisión, el teléfono o la computadora pueden ser auténticos agujeros negros para nuestro tiempo. 

La Biblia dice: “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo…” (Efesios 5:15-16)

¿Te gustaría gestionar mejor tu tiempo? Piensa por un momento que quieres llenar un jarrón de cristal con el máximo de objetos posible. Para ello, empiezas metiendo en la jarra unas piedras grandes; luego, metes piedrecitas blancas en los huecos que quedan; a continuación, viertes arena, la cual se mete en las uniones; y, por último, metes agua. ¡Estupendo, has llenado la jarra hasta arriba!

Imagina ahora que lo haces en el orden contrario: empiezas metiendo el agua en la jarra, luego la arena, y luego las piedrecitas. ¿Sabes lo que pasará? Que a la hora de meter las piedras grandes tendrás problemas, y no podrás ponerlas todas.

Las piedras grandes representan nuestras prioridades, como veíamos ayer, esas tareas importantes que tenemos que hacer. El resto de elementos representan tareas que son menos prioritarias. Siempre que procrastinamos las tareas más importantes y empezamos a hacer otras menos importantes solo porque son más agradables, nos preparamos para el fracaso. 

Invierte tu tiempo con sabiduría.  Pero ante todo cualquiera que sea tu plan presentalo delante de Dios para que el guie cada paso a seguir y te revele la importancia de cado uno. 

Recuerda el ejemplo: para sacar el máximo partido a cada día, tienes que empezar por aquellas tareas que son más prioritarias. Hay varios métodos de planificación que pueden ayudarte a organizar bien tu día: uno de los que más me gustan, de hecho, es el “método Ivy Lee”, ya que, a pesar de tener más de 100 años, sigue siendo sencillo y muy efectivo.

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