No solo las quejas contra Dios son malas: las quejas hacia otras personas son igualmente dañinas. 

Todos tenemos momentos en los que chocamos con otras personas, o en los que nos sentimos afectados en cierta manera por su comportamiento. En esos momentos, es fácil querer dar rienda suelta a la queja, o a otras prácticas, tales como la crítica o la murmuración. Estoy convencido de que sabes de qué estoy hablando, porque seguramente en más de una ocasión te haya pasado, como a mí. 

Mira lo que dice la Biblia al respecto: “Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis juzgados…” (Santiago 5:9 LBLA). La queja manifiesta lo peor que tenemos en nosotros mismos, ya que nos lleva a juzgar las intenciones de los demás. Cuando te quejas de alguien, no le estás ayudando: estás aireando sus problemas y sus puntos débiles, ya sea a solas o ante otras personas, y la estás “maldiciendo” en el más puro significado del término, ya que estás “hablando mal” de ella. 

La queja es siempre una trampa del enemigo, y es destructiva. Sin embargo, cuando, en lugar de quejarte, decides orar por la persona, la situación es totalmente diferente. Esa oración bendice a las personas, y además te permite verlas con nuevos ojos, lo cual te llevará a buscar ayudarlas. 

¡Deja que la oración destruya toda forma de queja en tu vida! Que cada día seas una fuente de bendición allí donde vayas, y que cada persona con la que te cruces sea bendecida con tus oraciones, y con tu paciencia. 

¡Si, eres una fuente de bendición!

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